ComenzarArtículosEntre algoritmos y emociones: los dilemas de la IA en el marketing

Entre algoritmos y emociones: los dilemas de la IA en el marketing

Cuando se habla de inteligencia artificial en el marketing, es fácil caer en la tentación de ver solo un camino de innovaciones y resultados. Y sí, es innegable que la IA ha cambiado profundamente la forma en que las marcas se comunican, se posicionan y, sobre todo, se relacionan con sus consumidores. Según Salesforce (2023), el 84% de los profesionales de marketing ya utilizan alguna forma de IA en sus estrategias, un número que evidencia cuán presente ya está esta tecnología en el sector.

Pero toda revolución tecnológica lleva sus dilemas, y con la IA no es diferente. Por un lado, tenemos un arsenal impresionante de posibilidades: personalización a gran escala, campañas optimizadas en tiempo real, predicciones certeras de comportamiento. Solo piensa en los chatbots que no duermen, en los sistemas que "sienten" el humor de las redes sociales o en las plataformas que generan contenido en segundos. Todo rápido, eficiente y aparentemente bajo control. ¿Pero será realmente? La promesa de entregar el mensaje correcto, en el momento exacto y a la persona adecuada suena casi utópica — hasta que recordamos que, para ello, se está recopilando, procesando e interpretando un volumen enorme de datos. La frontera entre personalización e invasión de la privacidad nunca ha sido tan difusa. Cuando dejamos que la máquina decida lo que el consumidor quiere, ¿estamos realmente ofreciendo valor o simplemente guiando elecciones que sirven mejor a los intereses de las marcas?

Esta pregunta resuena fuerte en un momento en que el marketing se vuelve cada vez más orientado por datos. Y aquí está el punto: los datos son fríos, pero las decisiones no deberían serlo. La IA puede, sí, mejorar la toma de decisiones estratégicas. McKinsey señala, por ejemplo, que las empresas que adoptan IA en marketing aumentan sus ganancias hasta un 20% más rápido que los competidores que no la adoptan. Sin embargo, no podemos ignorar el riesgo de reemplazar la mirada humana — sensible, intuitiva, empática — por una lógica puramente algorítmica.

La comunicación de marca no solo se trata de eficiencia; también se trata de conexión, emoción y autenticidad. Todavía hay otra capa crítica en este debate: la desigualdad en el acceso a la tecnología. Grandes marcas, con presupuestos sólidos y equipos dedicados, están surfando la ola de la IA con más facilidad. ¿Y las pequeñas? ¿Conseguirán competir en este nuevo escenario, donde quien tiene la mejor IA también tiene las mejores oportunidades? El marketing puede estar convirtiéndose en un juego cada vez más asimétrico, y eso debería preocuparnos.

Y no podemos ignorar los riesgos de sesgo. Los algoritmos aprenden con datos históricos, y los datos históricos llevan prejuicios. Ya hemos visto casos en los que los sistemas de recomendación o campañas automatizadas reforzaron estereotipos o excluyeron ciertos perfiles de público. La IA es tan justa como los datos que la alimentan, y no siempre esos datos reflejan la diversidad y complejidad de la sociedad. El escenario futuro apunta a experiencias aún más inmersivas, con realidad aumentada, interfaces conversacionales cada vez más naturales y marketing predictivo que anticipa deseos incluso antes de ser expresados. Y, para atender a esas expectativas, la personalización se convierte en una pieza clave. Adobe estima que más del 60% de los consumidores esperan experiencias personalizadas, y la IA es crucial para ello.

Parece fascinante, y de hecho lo es. Pero el fascinación sin responsabilidad puede ser peligroso. El camino no es abandonar la tecnología, sino entenderla con profundidad y espíritu crítico. Las marcas deben adoptar una postura ética, transparente y responsable en el uso de la IA. Eso significa cuestionar los propios sistemas, revisar constantemente los datos utilizados, garantizar la privacidad de los consumidores y, sobre todo, mantener el factor humano como pieza central de la estrategia. Porque, al fin y al cabo, el consumidor no solo quiere ser entendido por un algoritmo. É quiere ser entendido como persona. Y esa, hasta donde sé, todavía es una capacidad humana insustituible.

André Carvalho
André Carvalho
André Carvalho es CEO y fundador de Tempus Inova, con más de 20 años de experiencia en Comunicación, Marketing y I+D en empresas multinacionales.
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