Por Alberto Azevedo, especialista en inversiones y CEO de la Fundación Alby
En los últimos años, el mercado de capital de riesgo en Brasil pasó de euforia a contracción. Si antes había un exceso de liquidez impulsando inversiones en startups prometedoras, hoy el escenario es otro. El aumento de la tasa Selic y la mayor selectividad de los inversores impusieron un freno al ecosistema, convirtiendo la captación de recursos en un desafío creciente. Los datos de LAVCA muestran que las inversiones cayeron de 3.2 mil millones de dólares en 2022 a 2.1 mil millones en 2023, y se desplomaron a solo 225 millones de dólares en los primeros tres trimestres de 2024. Esta nueva realidad obliga a los emprendedores a repensar sus estrategias de financiamiento y a explorar caminos menos convencionales, pero a menudo más sostenibles.
El ecosistema de startups ha sido cautivado por la idea de que un negocio innovador necesita, obligatoriamente, de inversores tradicionales para existir. Rondas de capital de riesgo, valoraciones infladas y la obsesión por captar millones desde el principio se han convertido en casi un rito de paso. Sin embargo, la pregunta que queda es: ¿y si estamos comprando un mito que beneficia más al mercado financiero que a los propios emprendedores?
Construir un MVP – la versión más simple de un producto que se puede lanzar al mercado – y validar una idea son desafíos cruciales, pero el capital de riesgo no es la única, y quizás ni la mejor opción para esta etapa. En la ansia por dinero rápido, muchos fundadores terminan diluyendo su participación demasiado pronto y pierden el control de la empresa antes incluso de entender su verdadero potencial de crecimiento. El modelo de captación impone una presión por escalabilidad artificial, lo que puede ser fatal para negocios que necesitan tiempo para madurar.
Empresas como Mailchimp, Amazon y Duolingo han tomado caminos separados y han explorado alternativas comoarranque, rondas con la familia,subvencionesyfinanciación colectivaEl Mailchimp, por ejemplo, nunca recibió un centavo de capital de riesgo y fue vendido por 12 mil millones de dólares. Duolingo garantizó sus primeras fases de desarrollo con becas de investigación. Ya Jeff Bezos dio los primeros pasos de Amazon con una inversión de su propia familia.
El modelo tradicional de inversión crea un ciclo vicioso, donde las startups captan fondos para crecer, crecen para captar más y, en el proceso, pierden identidad y propósito. Muchas organizaciones terminan siendo rehenes de inversores que exigen retornos acelerados, forzando pivotes innecesarios y decisiones que pueden comprometer la longevidad del negocio. La cultura de crecer o morir llevó a gigantes como WeWork y Peloton a quemar miles de millones antes de darse cuenta de que el crecimiento sostenible debería haber sido la prioridad desde el principio.
Existen alternativas. ELarranquegarantiza control total. ELfinanciación colectivaValida el mercado y genera caja sin dilución.Subvencionesy las subvenciones ofrecen dinero sin necesidad de reembolso. Los programas de aceleradoras pueden ser un atajo para conexiones estratégicas, y la preventa de productos permite que los clientes sean los verdaderos inversores iniciales. Airbnb comenzó vendiendo cajas de cereales para mantenerse hasta validar su modelo de negocio. Pebble recaudó más de 10 millones de dólares en Kickstarter antes de fabricar un solo reloj inteligente.
Los emprendedores necesitan liberarse de la narrativa de que solo existe un camino. El capital de riesgo puede ser una herramienta útil, pero debe considerarse como una elección estratégica, no como un requisito previo. Las startups que comprenden sus opciones aumentan sus posibilidades de construir negocios sólidos, sostenibles y alineados con la visión de sus fundadores. El dinero está allí, solo necesitamos dejar de mirar siempre en la misma dirección.