Conciliar trabajo y maternidad sigue siendo un desafío para muchas mujeres. Es un doble viaje desafiante, que en muchos momentos parece imposible de equilibrar. El desafío es aún mayor para quienes emprenden, porque el cuidado con el negocio se vuelve simbólicamente maternal y el tiempo de descanso es aún más corto. Quien vive en medio de esta realidad, reconoce que es imposible arreglárselas en todo momento, sin embargo, normalizar los fracasos sigue siendo un dilema.
Esto se debe a que la autocolección y las demandas sociales sobre la maternidad siguen siendo intensas. Existe una expectativa cultural de que las mujeres realizan múltiples tareas de forma natural, que siempre están disponibles y emocionalmente estables, incluso frente a la fatiga extrema y los dilemas cotidianos. Esta presión constante contribuye a la ansiedad, la culpa y el agotamiento físico y mental. Para muchos, el sentimiento es de culpa: “cuando trabajaba me sentía culpable por no ser madre y cuando ejercía la maternidad me sentía culpable por no trabajar”, comparte el empresario y cofundador de Concrete Capital Mariana Menezes.
Madre de Lara, 4 años, Mariana reflexiona sobre la conciliación de ocupaciones. “Es un proceso de autoconocimiento. Es necesario tener calma, organización y flexibilidad para atender todas las demandas y comprender que a pesar de todos los esfuerzos, a veces ocurrirán fracasos. Y que estos fracasos no nos definen ni como profesionales ni como madres”. Frente a uno de los principales promotores del mercado inmobiliario y financiero, la empresaria también define que, aunque valora el trabajo, la prioridad siempre es la hija.
Recuerda que cuando nació Lara, la empresa presentó una expresiva expansión, lo que requirió su presencia a tiempo completo.“Un Capital Concrete estaba en el momento de crecimiento, y Lara con menos de un año todavía. En muchos momentos realmente sentí y creí que era una limitación. Esta es una verdad hasta el día de hoy, a veces realmente no puedo estar presente, porque ella necesita mi presencia. Esto me hizo tener una relación mucho más ligera hoy, no es que sea fácil. Lo que aprendí siendo empresaria y madre, es que hoy sé cuál es mi prioridad, conozco el lugar donde otras personas pueden hacer lo que yo hago, y otros lugares donde no.
La vida de madre y la trayectoria de una empresaria se cruzan especialmente cuando se trata de responsabilidad, liderazgo y resiliencia. En ambas esferas, es necesario tomar decisiones importantes diariamente, lidiar con imprevistos, cuidar del desarrollo de otros y mantenerse emocionalmente presente, incluso ante la extenuación. Ser madre es, en muchos sentidos, emprender — invertir tiempo, amor y energía en un proyecto que se desea ver crecer con seguridad y autonomía. De la misma forma, liderar un negocio exige entrega, planificación y constante adaptación, valores también fundamentales en la maternidad. Esta superposición de roles demuestra que, a pesar de los desafíos, hay una fuerza única en las mujeres que asumen ambas funciones, creando puentes entre el afecto y la estrategia, entre el cuidado y la gestión.
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