El comercio electrónico dejó de ser una tendencia para convertirse en un motor económico global. Y, en la ruta Brasil-Asia, seguridad, velocidad e inclusión financiera son los pilares de una integración que redefine mercados y acerca consumidores de dos continentes.
China se consolida como potencia absoluta del sector. En 2024, el país movilizó alrededor de US$1,9 billones en comercio electrónico, estableciendo estándares de eficiencia logística, carteras digitales y superapps que se han convertido en referencia mundial. Este peso no es solo numérico: es cultural y tecnológico, un modelo de cómo los pagos instantáneos y las integraciones digitales pueden sustentar el consumo a gran escala.
Brasil, a su vez, emerge como promesa y líder regional. El mercado nacional de comercio electrónico superó los US$1.346 mil millones en 2024, con la expectativa de superar los US$1.586 mil millones para 2027. Otro estudio proyecta casi US$1.5 billones para 2033, consolidando al país como centro digital de América Latina. El motor de esta expansión es Pix, que ya representa aproximadamente el 40% de las compras online, y cuyas transacciones de pago pasaron de R$624 millones en 2023 a R$3.200 millones en 2024, un crecimiento superior al 400%.
Pero donde hay escala, surgen riesgos. La integración Brasil-Asia solo será sostenible si el tema de la ciberseguridad ocupa el centro de la agenda. Las filtraciones de datos, fraudes y ataques digitales crecen a la misma proporción que el volumen de transacciones. La respuesta exige más que leyes y regulaciones: es necesario invertir en APIs seguras, criptografía de extremo a extremo, monitoreo en tiempo real y aprendizaje automático para la detección de fraudes.
La LGPD en Brasil y el avance del Open Finance, que ya reúne más de 103 millones de autorizaciones de intercambio de datos, ofrecen bases sólidas para que los consumidores compren a comerciantes asiáticos con confianza.
La velocidad es otra diferencia. Si antes el tarjeta internacional era sinónimo de burocracia y tarifas altas, hoy Pix y las billeteras digitales ofrecen liquidación instantánea, reduciendo las barreras cambiarias y aumentando la conversión. Esta experiencia acerca al consumidor brasileño a la realidad asiática, donde pagar con código QR o a través de una superaplicación es rutina.
La inclusión financiera completa el trípode. Cerca de 40 millones de brasileños aún viven en una condición de subbancarización, pero ya utilizan Pix y billeteras digitales en su vida cotidiana. Al permitir que estos consumidores participen del comercio internacional sin depender de tarjetas de crédito, creamos un mercado inédito, democratizando el acceso a bienes y servicios globales. Para las empresas asiáticas, aceptar métodos de pago locales es más que adaptación: es una estrategia para conquistar millones de nuevos clientes.
Estamos ante una oportunidad histórica. China muestra el camino de la escala y la eficiencia; Brasil demuestra cómo la innovación regulatoria y la diversidad de medios de pago pueden generar inclusión. El desafío es mantener el puente sólido, combinando seguridad robusta, transacciones en segundos y acceso para todos.
En la integración entre Brasil y Asia, no solo hablamos de transacciones digitales. Hablamos de confianza, de un futuro económico compartido y de un mercado global que, cada vez más, se desarrolla en tiempo real.