La inteligencia artificial (IA) está cada vez más presente en nuestra vida cotidiana, desde algoritmos que recomiendan películas y música hasta sistemas de diagnóstico médico y coches autónomos. Sus avances han sido rápidos e impresionantes, lo que plantea interrogantes sobre el futuro de la tecnología y su impacto en la sociedad. Según un informe de Gartner de 2024, se prevé que para 2027, el 70% de las interacciones empresariales implicarán algún tipo de IA, pero aquellas con mayor impacto decisivo seguirán dependiendo de conexiones humanas auténticas. Por lo tanto, la pregunta central es provocadora: en el futuro, ¿qué marcará realmente la diferencia: las máquinas que calculan o las personas que sienten?
Con cada avance en IA, nos vemos obligados a mirar hacia dentro. Después de todo, ¿qué significa realmente ser humano? La respuesta reside en las emociones, la resiliencia y la capacidad de liderar con propósito. Hoy en día, la inteligencia emocional no solo es deseable, sino esencial para desenvolverse en un mundo que cambia exponencialmente. Un estudio de TalentSmart (2023) revela que el 90 % de los profesionales de alto rendimiento poseen altos niveles de inteligencia emocional, mientras que solo el 20 % de los de bajo rendimiento demuestran esta habilidad. ¿Quieres un ejemplo práctico? Piensa en el líder que prioriza la conexión con su equipo: escucha, se adapta y actúa con empatía. Este líder no solo inspira, sino que construye una cultura que ninguna máquina puede replicar.
Sin embargo, el rápido avance de la IA también plantea inquietudes. Una de ellas es su impacto en el mercado laboral, con la posibilidad de que las máquinas reemplacen cada vez más a los trabajadores en diversas profesiones. El Foro Económico Mundial, en un informe de 2023, predice que 85 millones de empleos podrían ser reemplazados por la automatización para 2025, pero al mismo tiempo, se crearán 97 millones de nuevos empleos, especialmente en áreas que requieren habilidades humanas, como el pensamiento crítico, la creatividad y la inteligencia emocional. Ante esto, es importante señalar que la dependencia de la IA es peligrosa. Por ejemplo, cuando los líderes basan sus decisiones únicamente en datos, pierden algo esencial: la visión. Dado que la IA puede decir el "cómo" pero nunca el "por qué", los algoritmos identifican patrones pero son incapaces de abordar la ambigüedad, el terreno donde surgen las mayores oportunidades. Y otra advertencia: las organizaciones que deshumanizan sus operaciones en nombre de la eficiencia están cavando su propia tumba. Los clientes pueden admirar la tecnología pero confiar en las personas, y los equipos pueden respetar los procesos pero seguir a los líderes.
Ahora, una pregunta inevitable: ¿cómo te preparas para liderar en este mundo en constante cambio? Mantenerse actualizado tecnológicamente ya no es una opción; es una obligación. Pero cuidado: esto es solo el comienzo. Más que nunca, es crucial ir más allá de las máquinas e invertir en lo que nos hace únicos: nuestra capacidad de comprender, adaptarnos e inspirar. Este es el momento de desarrollar algo más profundo: el carisma en todas sus dimensiones, la inteligencia emocional que conecta, la inteligencia social que construye relaciones genuinas, la inteligencia contextual que nos permite desenvolvernos en escenarios complejos; estos son los verdaderos diferenciadores de un líder que no solo busca sobrevivir, sino prosperar en un mundo impulsado por el cambio. Porque, al final, la tecnología puede simular casi todo, excepto lo que nos hace humanos.
En el mundo que estamos construyendo, la prioridad de todos debe ser clara: desarrollar la inteligencia emocional. Y este es el punto crucial: la inteligencia emocional no es un don reservado para unos pocos; por suerte, se puede aprender, perfeccionar y transformar en tu mayor ventaja competitiva. Todo comienza con una decisión: mejorar. Cultivar esta habilidad no es un lujo; es una necesidad. Es lo que distingue a los líderes que inspiran y transforman de aquellos que serán olvidados, porque en un escenario donde las máquinas hacen más pero sienten menos, quienes dominan el arte de conectar emocionalmente siempre serán indispensables.
En definitiva, el futuro no pertenece exclusivamente a la IA ni a la inteligencia emocional. Pertenece a quienes saben integrar estas dos fuerzas. Los líderes que dominen la tecnología, pero conserven un toque humano, serán los verdaderos protagonistas de esta nueva era.
Por Eric Machado, director ejecutivo de Revna