La disputa global por la inteligencia artificial ya no tiene un giro. Ya no se trata de “se”, sino de “cuándo” y de qué manera. Hoy en día, los gobiernos tratan la IA como una carrera armamentista, algo tan serio y estratégico como la industria bélica tradicional. No es exagerado: quien domine esta tecnología tendrá un poder político, económico y social sin precedentes. Y las señales ya están claras. El propio Elon Musk hizo sonar la alarma hace años, y recientemente el Foro Monetario Internacional (FMI) ha declarado que el 40% de los empleos actuales se verá afectado o transformado por la tecnología.
Con esto, los empresarios asumen un papel crucial. Utilizar la inteligencia artificial sólo como herramienta de reducción de costes es cavar la tumba misma y generar un colapso financiero y social aún más rápido. Si la lógica sigue siendo sólo la de “reemplazar a los humanos por” máquinas, el resultado será inevitable: desempleo masivo, colapso del consumo y la necesidad de que los gobiernos adopten una renta básica universal de emergencia (ingreso universal) para mantener la economía. ¿Y adivina quién pagará esta factura? Las propias empresas, con más impuestos y más restricciones.
El problema es que muchos aún no lo han visto. Están atrapados en una visión mezquina y anticuada, reduciendo la IA a una hoja de cálculo, en la que lo que importa es la última línea y sólo se deben apuntar a las ganancias. Esta miopía estratégica hace que las gigantescas oportunidades pasen desapercibidas.
Hoy en día, las personas educadas para trabajar con tecnología y con conocimientos reales pueden ofrecer muchos más resultados en mucho menos tiempo. Un CRM con IA no elimina al vendedor, pero le da el poder de cerrar más acuerdos en el mismo período. En educación, la herramienta no reemplaza al docente, pero le permite comprender claramente la necesidad de cada alumno, aumentando el rendimiento de toda la clase.
La tecnología no es para recortar empleos, es para potenciar los entregables. Los empresarios que sólo ven la reducción de costos como una estrategia serán absorbidos. Sobre todo porque cuantos más empleos se destruyan sin reemplazo de valor, más rápido los gobiernos se verán obligados a implementar la Renta Universal, gravando aún más a quienes ayudaron a crear el problema. Puede parecer alarmista, pero es ingenuo pensar que el resultado será diferente si la mentalidad empresarial no cambia.
Por tanto, las organizaciones que aplican la inteligencia artificial en sus procesos necesitan cambiar el razonamiento: no se trata de optimización, se trata de transformación. Es pensar como en el fútbol americano, en el que el quarterback no lanza el balón a donde está el compañero, sino a donde estará. La IA es este pase para el futuro. Quien juega sólo por el presente, jugando en defensa y reduciendo costes, perderá el juego. Quien proyecta la jugada sin mirar al presente, sino construyendo el futuro de la nueva economía que ya está en movimiento, abre una ventaja que nadie más logra.