En el competitivo mundo de los negocios, muchas marcas buscan destacarse a través de estrategias innovadoras. El co-branding surge como una de esas soluciones, promoviendo alianzas entre empresas para ofrecer un producto o servicio conjunto. Sin embargo, es necesario analizar y comprender si esta estrategia siempre trae beneficios o puede representar un riesgo para las marcas involucradas.
Según la investigación realizada por Visual Objects, el 71%% de los consumidores se sienten atraídos por el co-branding y aprueban este tipo de asociación entre empresas. Además, esta estrategia puede contribuir a aumentar el engagement de las marcas y ayudarlas a diferenciarse de la competencia.
El co-branding es una herramienta poderosa, pero debe utilizarse con precaución. La idea de unir dos marcas para agregar valor al consumidor puede ser ventajosa cuando existe sinergia entre los socios. Las colaboraciones como Carmed, marca de hidratantes labiales de Cimed, y Fini, es un ejemplo que se puede citar. Esta colaboración resultó en un aumento significativo en los ingresos de Carmed. Según datos publicados, en 2023, Cimed registró ingresos por R$ 400 millones con las ventas de productos Carmed, representando un crecimiento del 156,6% en relación a los R$ 24 millones facturados el año anterior.
Otro ejemplo que se puede citar es la colaboración entre Burger King e la influencer Mari Maria, que resultó en el lanzamiento de una línea exclusiva de brillos de labios inspirados en los sabores del menú de la cadena de comida rápida. La idea principal detrás de esta colaboración era ofrecer una experiencia única a los consumidores y explorar nuevas formas de conectar con el público, además de potencialmente expandir la presencia de la marca Mari Maria Makeup en el mercado internacional, aprovechando la cobertura global de Burger King.
Sin embargo, no toda colaboración resulta en éxito, y es aquí donde aparecen los riesgos. En primer lugar, la identidad de las marcas involucradas debe estar alineada. Cuando esto no sucede, la alianza puede parecer forzada e incluso perjudicial. Un claro ejemplo de co-branding mal planificado fue la colaboración entre Shell y LEGO, que enfrentó una fuerte rechazo del público debido a cuestiones ambientales. Esta incompatibilidad puede generar crisis de imagen y alejar a los consumidores leales.
Además, existe el riesgo de que una de las marcas se beneficie más que la otra. Si una colaboración no está bien equilibrada, una de las empresas puede salir fortalecida, mientras que la otra obtiene pocos beneficios de la colaboración. Esto puede generar conflictos internos y descontento entre los involucrados. Otro punto a considerar es la dependencia excesiva de la colaboración. Algunas marcas pueden asociarse tanto con un socio que, si la relación termina, la percepción del público sobre la empresa puede verse afectada negativamente. Esto resalta la importancia de mantener una identidad propia y no depender exclusivamente del co-branding como estrategia de marketing.
Además, el co-branding, a menudo celebrado como una estrategia de éxito entre grandes marcas, puede fácilmente convertirse en una herramienta excluyente en el mercado. Las alianzas entre gigantes consolidan aún más su dominancia, dejando a las empresas más pequeñas al margen de esta práctica. Sin embargo, las marcas de menor tamaño pueden sortear esta barrera buscando alianzas estratégicas con negocios complementarios dentro de su nicho, explorando valores auténticos y propuestas innovadoras. En lugar de depender de la validación de jugadores mayores, las alianzas bien planeadas entre pequeñas y medianas empresas pueden generar un impacto real, siempre que se basen en la relevancia para el público y en la construcción de una identidad conjunta sólida.
Finalmente, el co-branding debe adoptarse con planificación estratégica y un análisis cuidadoso de los riesgos. Cuando se ejecuta bien, puede ser una excelente forma de generar innovación, expandir mercados y fortalecer las marcas. Sin embargo, sin un alineamiento adecuado, puede convertirse en un tiro por la culata. Antes de apostar por esta estrategia, es esencial evaluar la compatibilidad entre las marcas y asegurar que los beneficios sean mutuos. Después de todo, la estrategia depende de la construcción de una asociación auténtica y relevante para el consumidor.