La transformación sostenible es un tema cada vez más urgente y relevante en el escenario actual. En 2025, creo que la conciencia será la base para que avancemos en este proceso.
Cuanta más gente sea consciente de las consecuencias de sus acciones para el medio ambiente y la sociedad, más fácil nos resultará a todos recorrer el camino de la sostenibilidad. Y esto se aplica no sólo a las grandes empresas o gobiernos, sino a cada uno de nosotros, en nuestra vida diaria.
Al reflexionar sobre este tema, veo que la conciencia es sin duda la clave de esta transformación. Cuando entendemos el impacto de nuestras elecciones, ya sea en el consumo, en el trabajo o en las interacciones diarias, es más probable que adoptemos prácticas sostenibles.
Este es un beneficio inconmensurable no sólo para el planeta, porque también genera un efecto directo en los negocios. Las empresas que hacen de la sostenibilidad un valor genuino tienden a atraer consumidores que comparten estos mismos principios, creando una relación de confianza y lealtad.
Es como digo muchas veces: el impacto comienza con el individuo, pero es la suma de estas actitudes lo que marca la diferencia para el colectivo.
Tendencias para 2025
En 2025, las inversiones sostenibles, o ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), ganarán aún más fuerza (después de todo, el planeta pide ayuda. Los inversores están alineando cada vez más sus recursos con causas que promueven un impacto positivo en el mundo, y la La economía circular destaca como una tendencia creciente.
En mi opinión, es un modelo que, además de ayudar a reducir los residuos, crea nuevas oportunidades para las empresas que se preocupan por la sostenibilidad, atrayendo un público que valora el consumo consciente. Las infraestructuras sostenibles, a su vez, estarán moldeadas por innovaciones que busquen reducir impacto ambiental y promover una mayor eficiencia.
Cada vez más utilizaremos materiales reciclados, energías renovables, construcción modular y el concepto de ciudades inteligentes, tendencias que también deberían transformar la forma en que vivimos y trabajamos a partir de 2025. Aún en este contexto, no podemos olvidar el papel fundamental de los gobiernos. que necesitan seguir creando y mejorando políticas públicas, creando incentivos fiscales para acelerar cambios inmediatos.
¿Qué hemos aprendido de la COP29?
La COP29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, ha traído avances importantes, pero también ha demostrado que aún quedan desafíos por superar. El objetivo de financiación climática de 300.000 millones de dólares al año para 2035, por ejemplo, ha generado debates entre expertos, que lo consideraron inferior a las expectativas; sin embargo, el evento destacó la importancia de un esfuerzo global para abordar la crisis climática y soy optimista de que Brasil podrá influir en la agenda de la COP30 en noviembre de 2025, con respecto a las urgencias que deben priorizarse.
Lo que considero esencial para 2025 (y más allá) es la unión de esfuerzos entre empresas, gobiernos e individuos. Todos tenemos un papel que desempeñar en la creación de un futuro más sostenible. Creo que la educación y la sensibilización son la base de esta transformación. No se trata de grandes gestos o discursos vacíos, sino de acciones consistentes y cotidianas que, combinadas, generan grandes transformaciones.
Si podemos poner en práctica estos valores y actitudes, podremos crear un mundo más “vivo” y justo para las próximas generaciones. Después de todo, la transformación comienza con cada uno de nosotros, en nuestras elecciones diarias, y es este compromiso con el colectivo el que realmente generará el impacto positivo que tanto necesitamos.
Como escuché de un especialista brasileño en ESG, la COP30 “NO tiene por qué ser una opción para nosotros, los brasileños, sino un DEVER”.