En el panorama geopolítico actual, la ciberguerra se ha convertido en un componente central de los conflictos y disputas entre naciones. Los Estados emplean operaciones cibernéticas ofensivas con fines de espionaje, sabotaje e influencia política a escala global.
Los ataques coordinados por gobiernos, a menudo a través de grupos avanzados conocidos como APT (amenazas persistentes avanzadas), han evolucionado en sofisticación y alcance. Este contexto de ciberamenazas globales afecta directamente la seguridad digital de Brasil, exponiendo sectores estratégicos a riesgos significativos y exigiendo respuestas a la altura del nivel técnico de los adversarios.
Evolución de la ciberguerra en el escenario global
En las últimas dos décadas, la ciberguerra ha pasado de ser un fenómeno aislado a una pandemia global. Este cambio implicó un hito significativo: el ataque NotPetya de 2017, un ataque de malware con un poder destructivo sin precedentes en aquel momento, que marcó el comienzo de una nueva era de la ciberguerra.
Desde entonces, los conflictos tradicionales han adquirido un fuerte componente digital: por ejemplo, la campaña rusa en Ucrania incluyó una serie de ciberataques contra redes eléctricas, sistemas de comunicación y agencias gubernamentales, mientras que grupos hacktivistas y criminales se han alineado con los intereses estatales. La integración de la guerra convencional y digital se ha vuelto evidente, y los límites entre los ataques estatales y la ciberdelincuencia común se han difuminado.
Los principales actores estatales de la ciberguerra global incluyen potencias como China, Rusia, Estados Unidos, Irán y Corea del Norte, entre otras. Cada una emplea estrategias específicas: ciberespionaje para robar secretos industriales y gubernamentales, sabotaje contra infraestructuras enemigas críticas y ataques de influencia (como hackeos seguidos de filtraciones de datos clasificados para interferir en los procesos políticos). Una característica preocupante es la creciente colaboración (o tolerancia) entre los Estados y los grupos criminales.
Algunos ejemplos incluyen bandas de ransomware con sede en países que no logran reprimirlas y que utilizan la extorsión financiera para causar daños estratégicos. En 2021, el ataque de ransomware a Colonial Pipeline en EE. UU. (atribuido a un grupo rusoparlante) expuso la falta de preparación de las empresas de infraestructura para afrontar estas amenazas. Estos ataques a infraestructuras críticas otorgan a los atacantes notoriedad y, a menudo, beneficios económicos, lo que los hace cada vez más frecuentes y sofisticados.
La creciente influencia de China
China se ha consolidado como una de las ciberpotencias más influyentes y activas. Informes recientes indican una expansión agresiva de las operaciones de espionaje digital chino en todo el mundo. En 2024, se observó un aumento promedio de 150% en intrusiones realizadas por hackers vinculados a China, que afectaron a organizaciones de prácticamente todos los sectores de la economía. Solo en 2024, se identificaron siete nuevos grupos chinos de ciberespionaje, muchos de ellos especializados en sectores o tecnologías específicos.
Las campañas cibernéticas llevadas a cabo por hackers chinos tienen un alcance global y no se libran de Latinoamérica. Investigaciones indican que, en 2023, la mayoría de los ciberataques en Latinoamérica provinieron de actores vinculados a China y Rusia.
Este esfuerzo coordinado refleja no solo objetivos geopolíticos (como el monitoreo de posiciones diplomáticas o inversiones extranjeras), sino también intereses económicos. Brasil, por ejemplo, es actualmente el mayor destino de la inversión china en Latinoamérica, especialmente en energía, telecomunicaciones y minería. Casualmente (o no), el ciberespionaje originado desde China contra objetivos brasileños ha crecido de forma similar a lo observado en otras regiones con alta inversión china, como los países que participan en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, un grupo que reúne a países de Asia, Europa, África y Latinoamérica.
Impacto de las amenazas globales en Brasil: sectores estratégicos bajo ataque
Varios sectores estratégicos brasileños ya están sufriendo intentos de intrusión por parte de actores maliciosos extranjeros, ya sean grupos respaldados por el Estado o organizaciones criminales sofisticadas. Los principales vectores incluyen campañas de phishing dirigidas, malware avanzado insertado en redes críticas y explotación de vulnerabilidades en sistemas de uso generalizado.
Varias instalaciones críticas de infraestructura brasileña, como las redes de energía, petróleo y gas, telecomunicaciones, agua y transporte, se han convertido en blancos frecuentes de ciberguerra, dado su potencial para causar daños a gran escala si se ven comprometidas. En febrero de 2021, dos de las mayores empresas del sector eléctrico brasileño sufrieron ataques de ransomware que las obligaron a suspender temporalmente parte de sus operaciones.
El sector financiero tampoco se queda atrás. Grupos norcoreanos han mostrado gran interés en objetivos de criptomonedas, instituciones financieras e incluso sectores de defensa brasileños. Estos delincuentes buscan robar activos digitales para financiar programas del gobierno norcoreano, eludiendo sanciones, una forma de ciberguerra con fines económicos. Además, los ciberdelincuentes internacionales (a menudo vinculados a redes de Europa del Este) ven a los bancos brasileños y a sus millones de clientes como objetivos lucrativos. Campañas de malware bancario, esquemas de phishing y robo de datos de tarjetas están afectando a Brasil a escala industrial. No es casualidad que un informe reciente indicara que Brasil es el segundo país más atacado del mundo por ciberdelincuencia, sufriendo más de 700 millones de ataques en 12 meses (un promedio de 1379 ataques por minuto), muchos de los cuales tienen como objetivo el fraude financiero.
Gobierno e instituciones públicas
Las instituciones gubernamentales brasileñas —incluidas las agencias federales, las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial y los gobiernos estatales— se han convertido en blancos prioritarios de la ciberguerra, atrayendo ataques de espionaje y sabotaje de diversos países. Grupos asociados con China, Rusia y Corea del Norte han dirigido operaciones contra Brasil en los últimos años.
Las motivaciones van desde el interés en secretos diplomáticos y comerciales hasta la obtención de una ventaja estratégica en negociaciones internacionales. Un informe de Google de 2023 reveló que, desde 2020, más de una docena de grupos extranjeros de ciberespionaje han atacado a usuarios en Brasil: el 85% de la actividad de phishing atribuida a gobiernos provino de grupos de China, Corea del Norte y Rusia.
Esta intensa actividad refleja la posición de Brasil como líder regional y actor influyente en el escenario global, convirtiéndolo en un blanco atractivo para adversarios que buscan información privilegiada.
Cómo Brasil ha mitigado los riesgos de la ciberguerra
Ante la escalada de las ciberamenazas globales, Brasil ha adoptado –y debe seguir mejorando– varias medidas para mitigar riesgos y fortalecer su ciberseguridadLas lecciones aprendidas de estos incidentes y las recomendaciones de los expertos convergen en algunos puntos clave, como el fortalecimiento de las estructuras gubernamentales de ciberdefensa. En 2021, Brasil aprobó la Estrategia Nacional de Ciberseguridad (E-Ciber), que enfatiza la necesidad de fortalecer las capacidades nacionales de protección, mejorar la cooperación internacional y fomentar el desarrollo de tecnologías nacionales.
Pero aún queda mucho por hacer. El país necesita implementar capas adicionales de defensa en los sectores de energía, telecomunicaciones, finanzas, transporte, saneamiento y otros servicios esenciales. Esto incluye la adopción de estándares internacionales de seguridad (por ejemplo, ISO 27001, marco NIST) y la exigencia de que los operadores de infraestructura cumplan con requisitos mínimos de ciberseguridad. También es necesario reducir la superficie de ataque de estas organizaciones, aumentar su resiliencia y establecer protocolos sólidos de prevención, monitoreo y respuesta a incidentes.
En particular, es necesario mejorar la seguridad de la red troncal de Internet de Brasil, protegiendo centros de datos, grandes servidores, puntos de intercambio de Internet y otros activos que sustentan diversos sectores críticos.
En el sector privado, existe una mayor madurez, según el segmento. El sector financiero, por ejemplo, cuenta con uno de los ecosistemas de ciberseguridad más avanzados de Brasil, impulsado por las estrictas regulaciones del Banco Central, la inversión continua en tecnología antifraude y la necesidad de proteger las transacciones de alto valor contra amenazas cada vez más sofisticadas.
En conclusión, la ciberguerra global plantea desafíos complejos para Brasil, pero estos pueden gestionarse con una planificación e inversión adecuadas. El país ya ha mostrado avances —se considera que tiene la postura de ciberseguridad más madura de Latinoamérica—, pero el ritmo de la amenaza exige una mejora constante.
En el escenario invisible del ciberespacio, donde los ataques ocurren en microsegundos, prepararse con antelación es crucial. Fortalecer la ciberresiliencia de Brasil no solo mitigará los riesgos de la ciberguerra, sino que también garantizará que el país pueda aprovechar con seguridad las oportunidades de la transformación digital global, sin que su soberanía ni sus activos estratégicos queden secuestrados por adversarios ocultos. En resumen, la ciberseguridad es seguridad nacional y debe ser una prioridad en tiempos de paz y de conflicto, hoy y siempre.