Reciente levantamiento publicado por Forbes Brasil Mostró que 821.333 de consumidores brasileiros ya fueron víctimas de algún tipo de fraude digital, siendo que la mayoría ocurre en redes sociales. Los formatos más comunes son anuncios falsos (451.000), perfiles falsos (281.000), sitios web falsos (131.000) y cuentas clonadas (6.310).
Para la abogada Débora Farias, especialista en Derecho Empresarial y del Consumidor, los números revelan un fenómeno que va más allá de la esfera de la protección individual: representan un desafío institucional para empresas, marcas e incluso reguladores.
"No estamos hablando sólo de consumidores desatentos. Nos encontramos ante una crisis de confianza digital que afecta directamente la reputación de empresas e instituciones. Cuando una marca es usada en un anuncio falso o asociada a un fraude, aunque sin culpa, hay un impacto real en la percepción de confiabilidad — y también un riesgo jurídico para la compañía involucrada", afirma Débora.
Según la especialista, la lógica de los defraudadores no es aleatoria: explotan precisamente la credibilidad de las marcas reconocidas, simulando promociones irresistibles o canales oficiales de atención. Esto genera pérdidas tanto para los consumidores como para las propias empresas.
"Las compañías necesitan comprender que este tipo de fraude no es solo un problema externo, sino un riesgo corporativo que debe ser monitoreado, prevenido y tratado con la misma seriedad que cualquier otra amenaza a la reputación y al cumplimiento legal", destaca.
Aunque existen marcos regulatorios en Brasil, como el Marco Civil de Internet y la LGPD, Débora recuerda que la aplicación práctica todavía enfrenta obstáculos. La fiscalización es lenta, la responsabilización de las plataformas es limitada y la reacción generalmente ocurre después de que el daño ya se ha causado.
En el Derecho del Consumidor, la confianza es un bien jurídico protegido. Por eso, incluso cuando el fraude lo cometen terceros, la empresa debe estar preparada para demostrar diligencia y proteger a sus clientes, bajo pena de enfrentar acciones judiciales, sanciones de organismos como Procon y Senacon, y la pérdida de competitividad", refuerza Débora Farias.
Como las empresas pueden prepararse
En la opinión de la experta, las marcas que desean proteger su reputación deben invertir en gobernanza de riesgo digital, lo que implica:
• Monitoreo continuo de menciones y anuncios que utilicen indebidamente la identidad de la empresa.
• Asociaciones con plataformas digitales para acelerar las denuncias y la eliminación de contenido falso.
• Protocolos internos de respuesta rápida — involucrando jurídico, cumplimiento y comunicación.
• Campañas educativas transparentes con el público, alertando sobre formas oficiales de contacto y compra.
"Hoy, no basta tener un buen producto o servicio. Es fundamental proteger la confianza que el consumidor deposita en la marca. Y eso significa invertir no solo en seguridad técnica, sino en estrategias institucionales, jurídicas y comunicacionales para lidiar con la fraude digital", afirma.
El futuro de la confianza digital
Conforme avanzan tecnologías como la inteligencia artificial y los deepfakes, la experta cree que los fraudes tienden a volverse aún más sofisticados, y por eso, la preparación debe redoblarse.
La confianza digital será el activo más importante de las empresas en los próximos años. Quien no esté preparado para proteger su reputación frente a las fraudes estará automáticamente en desventaja competitiva", concluye Débora Farias.