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La nueva frontera del lavado de dinero: los influencers digitales y el "negocio de las rifas"

Durante décadas, el poder económico y político se medía por cargos, activos y conexiones institucionales. Hoy en día, también se mide por seguidores, interacción y alcance digital. Los influencers digitales ocupan un rol ambiguo: son simultáneamente marcas, ídolos y empresas, pero a menudo operan sin identificación fiscal, sin contabilidad y sin las obligaciones fiscales que cumple el resto de la sociedad.

La popularización de las redes sociales ha creado un mercado paralelo donde la atención se ha convertido en moneda de cambio y la reputación en un activo negociable. El problema es que, en el mismo espacio donde florece el emprendimiento digital, también florecen nuevos mecanismos de lavado de dinero, evasión fiscal y enriquecimiento ilícito, todos ellos fuera del alcance inmediato del Estado.

Rifas millonarias, donaciones de seguidores, sorteos benéficos y transmisiones en vivo que generan miles de reales son, para muchos influencers, las principales fuentes de ingresos. En algunos casos, se han convertido en verdaderos modelos de negocio, pero sin respaldo legal, cumplimiento normativo ni supervisión financiera.

La sensación de impunidad se ve reforzada por el poder social; los influencers son admirados, seguidos y, a menudo, protegidos por su popularidad. Muchos creen que, al vivir en el entorno digital, están fuera del alcance de la ley. Esta percepción de "inmunidad digital" tiene consecuencias económicas, legales y sociales.

El punto ciego de la legislación brasileña

La legislación brasileña aún no se ha adaptado a la economía de los influencers. El vacío regulatorio permite a los influencers monetizar audiencias millonarias sin registro fiscal ni obligaciones comerciales.

Mientras que las empresas tradicionales están obligadas a cumplir con obligaciones contables, fiscales y regulatorias, muchos influencers mueven grandes sumas de dinero a través de PIX (el sistema de pago instantáneo de Brasil), transferencias internacionales, plataformas extranjeras y criptomonedas, sin ninguna transparencia.

Estas prácticas violan, directa o indirectamente, principios de la Ley nº 9.613/1998, que trata de los delitos de lavado de dinero y ocultación de activos, y de la Ley nº 13.756/2018, que atribuye a Caixa Econômica Federal la competencia exclusiva para autorizar rifas y loterías.

Cuando un influencer promueve un sorteo sin autorización de la Caixa Econômica Federal, comete una infracción penal y administrativa, pudiendo ser investigado por delito contra la economía popular, conforme al artículo 2 de la Ley nº 1.521/1951.

En la práctica, estas "acciones promocionales" funcionan como mecanismos para mover fondos fuera del sistema financiero tradicional, sin el control del Banco Central, la comunicación al Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF) ni el seguimiento fiscal por parte de la Hacienda Pública Federal. Constituyen el escenario ideal para la mezcla de dinero legal e ilegal, lo que alimenta el blanqueo de capitales.

El entretenimiento como fachada

El funcionamiento de estas campañas es a la vez sencillo y sofisticado. El influencer organiza un sorteo benéfico, a menudo utilizando plataformas improvisadas, hojas de cálculo o incluso comentarios en redes sociales. Cada seguidor transfiere pequeñas cantidades a través de PIX (el sistema de pago instantáneo de Brasil), creyendo participar en una actividad inofensiva.

En tan solo unas horas, el influencer gana decenas o cientos de miles de reales. El premio —un coche, un móvil, un viaje, etc.— se otorga simbólicamente, mientras que la mayor parte de los fondos permanece sin respaldo contable, registros fiscales ni origen identificado. Este modelo se utiliza, con variaciones, con fines que van desde el enriquecimiento personal hasta el blanqueo de capitales.

La Receita Federal de Brasil ya ha identificado varios casos en los que personas influyentes mostraron un crecimiento patrimonial inconsistente con sus declaraciones de impuestos, y el COAF (Consejo de Control de Actividades Financieras) ha comenzado a incluir este tipo de transacción como actividad sospechosa en las comunicaciones internas.

Ejemplos concretos: cuando la fama se convierte en evidencia

En los últimos tres años, varios operativos de la Policía Federal y el Ministerio Público han revelado el uso de las redes sociales para lavado de dinero, sorteos ilegales y enriquecimiento ilícito.

– Operación Estado (2021): aunque centrada en el narcotráfico, reveló el uso de perfiles de “personajes públicos” para ocultar activos y propiedades, demostrando cómo las imágenes digitales pueden servir de escudo a los flujos ilegales;

Caso Sheyla Mell (2022): La influencer fue acusada de promover rifas millonarias sin autorización, recaudando más de R$ 5 millones. Parte del dinero se habría utilizado para comprar bienes raíces y vehículos de lujo.

Operación Espejo (2023): investigó a influencers que promovían rifas falsas en colaboración con empresas fantasma. Los premios se utilizaban para justificar transacciones financieras de origen ilícito.

– Caso Carlinhos Maia (2022-2023): Aunque no fue acusado formalmente, el influencer fue mencionado en investigaciones sobre sorteos de alto valor y fue cuestionado por Caixa Econômica Federal sobre la legalidad de las promociones.

Otros casos involucran a influencers de nivel medio que utilizan rifas y “donaciones” para mover fondos de terceros de manera irrastreable, incluidos políticos y empresarios.

Estas operaciones demuestran que la influencia digital se ha convertido en una vía eficaz para ocultar activos y legitimar capital ilícito. Lo que antes se hacía a través de empresas fantasma o paraísos fiscales, ahora se realiza mediante rifas benéficas y transmisiones en vivo patrocinadas.

Blindaje social: fama, política y sentimiento de intocabilidad.

Muchos influencers son admirados por millones, tienen vínculos con funcionarios públicos y políticos, participan en campañas electorales y frecuentan círculos de poder. Esta proximidad al Estado y al marketing público crea un aura de legitimidad que inhibe la supervisión y avergüenza a las autoridades.

La idolatría digital se transforma en blindaje informal: cuanto más querido es el influencer, menos dispuesta está la sociedad, e incluso los organismos públicos, a investigar sus prácticas.

En muchos casos, el propio gobierno busca el apoyo de estos influencers para campañas institucionales, ignorando su historial fiscal o el modelo de negocio que los sustenta. El mensaje subliminal es peligroso: la popularidad reemplaza a la legalidad.

Este fenómeno repite un patrón histórico conocido: la idealización de la informalidad, que naturaliza la idea de que el éxito mediático legitima cualquier conducta. En términos de gobernanza y cumplimiento, es lo opuesto a la ética pública; es la "zona gris" transformada en espectáculo.

El riesgo de la responsabilidad compartida entre marcas y patrocinadores.

Las empresas que contratan influencers para promocionar productos o causas públicas también corren riesgo. Si el socio participa en rifas ilegales, sorteos fraudulentos o actividades sospechosas, se expone a responsabilidad civil, administrativa e incluso penal conjunta.

La falta de debida diligencia puede interpretarse como negligencia corporativa. Esto aplica a agencias de publicidad, consultoras y plataformas digitales.

Al actuar como intermediarios en los contratos, asumen deberes de integridad y deben demostrar que han adoptado mecanismos para prevenir el lavado de dinero, de acuerdo con las mejores prácticas internacionales (GAFI/GAFI).

El cumplimiento digital ya no es una cuestión estética; es una obligación de supervivencia empresarial. Las marcas serias deben incluir a los influencers en su evaluación de riesgos reputacionales, monitoreando actividades sospechosas, exigiendo el cumplimiento fiscal y verificando el origen de los ingresos.

La frontera invisible: criptomonedas, streaming en vivo y transacciones internacionales.

Otro aspecto preocupante es el creciente uso de criptomonedas y plataformas extranjeras para recibir donaciones y patrocinios. Aplicaciones de streaming, sitios de apuestas e incluso sitios web de propinas permiten a los influencers recibir pagos en monedas digitales sin intermediación bancaria.

Estas transacciones, a menudo fragmentadas, dificultan la trazabilidad y facilitan el blanqueo de capitales. La situación se agrava porque el Banco Central aún no regula completamente los flujos de pago en las plataformas digitales, y el COAF (Consejo de Control de Actividades Financieras) depende de los informes voluntarios de las instituciones financieras.

La falta de un seguimiento eficiente crea un escenario ideal para la ocultación internacional de activos, especialmente cuando se utilizan monedas estables y billeteras privadas, instrumentos que permiten transacciones anónimas. Este fenómeno conecta a Brasil con una tendencia global: el uso de las redes sociales como canales de lavado de dinero.

Casos recientes en países como Estados Unidos, Reino Unido y México han revelado a influencers involucrados en esquemas de evasión fiscal y financiamiento ilícito disfrazados de contenido digital.

El papel del Estado y los desafíos de la regulación.

Regular la economía de influencia es urgente y complejo. El Estado se enfrenta al dilema de no reprimir la libertad de expresión y, al mismo tiempo, prevenir el uso delictivo de las redes sociales para ocultar recursos.

Ya se están discutiendo varias opciones, como exigir el registro fiscal y contable obligatorio para los influenciadores que superen un determinado volumen de ingresos; condicionar los sorteos y rifas digitales a la autorización previa de la Caixa Econômica Federal; crear reglas de transparencia para asociaciones y patrocinios, con la publicación de informes anuales; y establecer la obligación de informar al COAF (Consejo de Control de Actividades Financieras) para las plataformas de pago y streaming digitales.

Estas medidas no pretenden sofocar la creatividad digital, sino nivelar el campo de juego a través de la legalidad, garantizando que quienes se benefician de la influencia también asuman las responsabilidades económicas y fiscales.

Influencia, ética y responsabilidad social

La influencia digital es una de las fuerzas más poderosas de la era contemporánea, ya que, bien utilizada, moldea la opinión, educa y moviliza. Pero, cuando se instrumentaliza de forma poco ética, sirve como herramienta para la manipulación y los delitos financieros.

La responsabilidad es colectiva, y los influencers deben comprender que ser digitales no significa estar por encima de la ley, las marcas deben imponer criterios de integridad y el Estado debe modernizar sus mecanismos de supervisión. El público, a su vez, debe dejar de confundir carisma con credibilidad.

El desafío no es sólo legal, sino cultural: transformar la popularidad en un compromiso con la transparencia.

En última instancia, quienes influyen también deben rendir cuentas por el impacto económico y moral que generan.

Entre el glamour y el riesgo sistémico

La economía de influencers ya mueve miles de millones, pero opera sobre un terreno inestable, donde la interacción sirve tanto para fines comerciales como ilícitos. Rifas, loterías y donaciones, sin control, se convierten en una puerta abierta a delitos financieros y evasión fiscal.

Brasil se enfrenta a una nueva frontera de riesgo: el lavado de dinero disfrazado de popularidad. Mientras el sistema legal no se adapta, la delincuencia digital se reinventa, y los héroes de las redes sociales pueden, sin saberlo, transformar la fama en publicidad.

Acerca de Patricia Punder

Socia y fundadora del despacho de abogados Punder Advogados, que opera bajo un modelo de negocio "Boutique", combina excelencia técnica, visión estratégica e integridad inquebrantable en el ejercicio de la abogacía . www.punder.adv.br

– Abogado, con 17 años dedicados al Compliance;

– Presencia nacional, Latinoamérica y mercados emergentes;

Reconocida como referencia en Compliance, LGPD (Ley General de Protección de Datos de Brasil) y prácticas ESG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza).

– Artículos publicados, entrevistas y citas en medios de comunicación de renombre como Carta Capital, Estadão, Revista Veja, Exame, Estado de Minas, entre otros, tanto nacionales como sectoriales;

– Designado como perito de oficio en el caso Americanas;

– Profesor de FIA/USP, UFSCAR, LEC y Tecnológico de Monterrey;

– Certificaciones internacionales en cumplimiento (George Washington Law University, Fordham University y ECOA);

– Coautor de cuatro libros de referencia sobre cumplimiento y gobernanza;

– Autor del libro “Compliance, LGPD, Gestión de Crisis y ESG – Todos juntos y mezclados – 2023, Arraeseditora.

Patricia Punder
Patricia Punderhttps://www.punder.adv.br/
Patricia Punder es abogada y oficial de cumplimiento con experiencia internacional. Es profesora de Cumplimiento en el programa de post-MBA de USFSCAR y LEC – Ética Legal y Cumplimiento (São Paulo). Es una de las autoras del "Manual de Cumplimiento", publicado por LEC en 2019, y de la edición de 2020 de "Cumplimiento: Más allá del Manual". Con una sólida experiencia en Brasil y Latinoamérica, Patricia es experta en la implementación de Programas de Gobernanza y Cumplimiento, LGPD (Ley General de Protección de Datos de Brasil), ESG (Ambiental, Social y de Gobernanza), capacitación; análisis estratégico de evaluación y gestión de riesgos; y gestión de crisis de reputación corporativa e investigaciones que involucran al DOJ (Departamento de Justicia), la SEC (Comisión de Valores Mobiliarios), la AGU (Abogacía General de la República), el CADE (Consejo Administrativo de Defensa Económica) y el TCU (Tribunal de Cuentas de la Unión) (Brasil). www.punder.adv.br
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