Probablemente ya hayas oído hablar de la inteligencia emocional (IE). El tema es cada vez más relevante en una sociedad llena de desafíos. Tener herramientas emocionales para lidiar con los más diversos escenarios en la vida personal es ampliamente discutido, y igualmente de importante es usar sus recursos en el entorno corporativo.
Una encuesta realizada en HR First Class, uno de los mayores eventos de Recursos Humanos de Brasil, revela que el 76% de los líderes de RRHH desean implementar programas de felicidad corporativa en sus instituciones. Sin embargo, poner esto en práctica termina convirtiéndose en un gran desafío; ya sea por la falta de adhesión de los líderes o incluso por la escasez de una cultura organizacional empresarial genuinamente orientada al bienestar humano dentro de las corporaciones. Muchas veces existe el discurso; una narrativa coherente, pero en la práctica, no existe la preocupación por la capacitación emocional de las personas y esa es una dura realidad en muchas empresas.
Aquí aprovecho para destacar un factor muy importante, todos nosotros tenemos IE, no es necesario adquirir esa habilidad, sino reconocerla y desarrollarla. Se trata de una fuente inagotable; una energía que podemos renovar siempre y usar a nuestro favor, pero para ello existen caminos que nos ayudan en este viaje. Es ahí donde las empresas pueden actuar como facilitadoras y como parte inherente del desarrollo humano, y en consecuencia profesional de sus colaboradores, apoyándolos y ofreciendo orientación, soporte, condiciones para el desarrollo de un trabajo saludable.
Es importante destacar que la inteligencia emocional es, sobre todo, la capacidad de gestionar las emociones, pero cuando miramos al mundo corporativo e identificamos el déficit de esta inteligencia, nos encontramos con numerosos problemas en el entorno laboral. El líder en este contexto es fundamental, ya que inspira e impacta a su equipo. Cuando este profesional posee habilidades emocionales más bien estructuradas, logra ser admirado y seguido por los demás a través de una conexión y esto definitivamente da sentido a esa relación que se vuelve próspera y lleva en sí el propósito común entre las personas de ese grupo.
Los líderes con IE humanizan las relaciones; comprendiendo a sí mismos como una parte fundamental en la solución de problemas y el crecimiento de las empresas, pero es a través de su equipo que se convierten en protagonistas. Estos colaboradores son libres para proponer ideas, sugerir, admitir errores y pedir ayuda, ya que saben que no serán juzgados, sino respaldados para su desarrollo en un entorno en el que se sientan seguros y capaces. Miren, no significa que un líder no tenga que tener resultados o metas, ni que no pueda dar retroalimentación negativa e incluso decidir por una despido, sino que significa hacer todo eso de manera que respete el potencial y la individualidad del otro.
Reitero que, además de todo lo que hemos reflexionado hasta aquí, los líderes deben ser los principales impulsores junto a sus equipos para iniciar este proceso de autoconocimiento, ya que se trata de un camino individual que precede a la Inteligencia Emocional. El autoconocimiento nos permite conocernos a nosotros mismos; tal como somos; con todo lo bueno y lo malo que llevamos dentro. En este proceso, una de las inteligencias más destacadas es la IE; aprendemos a reconocer qué hay detrás de nuestras emociones positivas y negativas, de dónde vienen y cómo nos comportamos, sentimos y actuamos a través de ellas, sin darnos cuenta, es decir, cómo nos comportamos en el mundo con nosotros mismos y con los demás. Es necesario que líderes y liderados continúen en la búsqueda de estos caminos para detener lo antes posible la cantidad absurda de personas con problemas emocionales y de salud mental derivados del trabajo. Todos somos responsables de construir un ambiente fuera y dentro del trabajo en el que la insanidad no sea mayor que nuestra capacidad de detenerla.