La CPI (Comisión Parlamentaria de Investigación) de las Bets está llamando mucho la atención de las personas en el país, principalmente por haber convocado a influencers famosos y con muchos seguidores, como Virginia Fonseca, para declarar. Sin embargo, es necesario salir de la espuma y hacer un análisis más profundo, ya que detrás de otro escándalo, debemos evaluar temas como fallas éticas y de liderazgo.
Aunque el escenario sea de apuestas, creo que las lecciones que surgen a partir de esta crisis, que pueden traer consecuencias muy graves para los involucrados, son muy relevantes para el universo corporativo. La forma en que los líderes, o la ausencia de ellos, contribuyen a ambientes permisivos a la desviación ética plantea una alerta para gerentes y empresas de todos los sectores.
En la CPI, quedó evidente cómo la falta de supervisión de estas plataformas, especialmente de quienes hacen la divulgación, puede dejar la situación fuera de control, generando perjuicios. En las empresas, fallos similares pueden resultar en fraudes, corrupción, desvío de recursos y decisiones ilegales en nombre del lucro. Estos desvíos casi siempre reflejan una gestión que ignora los riesgos éticos o no da el ejemplo a seguir.
Cabe destacar que liderar va más allá de tomar decisiones estratégicas y implica ser un modelo de conducta. En la CPI de Bets, nos dimos cuenta de que la ausencia de un liderazgo responsable abrió espacio para prácticas dudosas. En el mundo corporativo, líderes que no supervisan de cerca los procesos o incluso consienten algunas irregularidades, terminan sembrando la semilla de futuras crisis.
Empresas que enfrentaron escándalos generalmente tienen algo en común: un liderazgo que ignoró alertas y/o estimuló prácticas incorrectas. Cuando la cima está corrupta o omisa, el resto de la organización tiende a seguir el mismo camino. Además, el exceso de enfoque en metas agresivas puede generar un ambiente donde los fines justifican los medios. Cuando la ética no está en primer lugar, los colaboradores pueden buscar "atajos" para alcanzar las metas, incluso si eso implica prácticas reprobables.
La pregunta que todo líder debería hacerse es: “¿Estamos recompensando el rendimiento, incluso cuando esto cuesta la integridad?”. El CPI no es solo un caso policial, sino una señal de alerta sobre lo que sucede cuando falta cultura de integridad, los líderes no prestan atención a los detalles, las estructuras de control son frágiles o inexistentes y cuando nadie se siente responsable por el conjunto.
La CPI de Bets nos recuerda que no basta castigar la desviación, es necesario prevenir su origen, que muchas veces está en un liderazgo omiso, conivente o despreparado. A los líderes les corresponde decidir si jugarán limpio o no. Al fin y al cabo, la reputación de una empresa se construye con las decisiones diarias de sus líderes y se destruye cuando esas decisiones descuidan el valor más básico de todos: la integridad.