ComenzarArtículosInnovación en fachada: cuando el colorido oculta la falta de valentía

Innovación en fachada: cuando el colorido oculta la falta de valentía

En muchas empresas, la palabra "innovación" se convirtió en sinónimo de decoración. Salas con pufs de colores, paredes cubiertas de post-its y eslóganes inspiradores componen el escenario ideal para fotos en las redes sociales. Sin embargo, detrás de esta apariencia moderna, no siempre hay una verdadera transformación estratégica en curso. El problema no está en los entornos desenfadados, que pueden estimular nuevas formas de trabajo, sino en la confusión entre creatividad e innovación, uno de los grandes equívocos corporativos de nuestro tiempo. La creatividad es necesaria, por supuesto: es ella la que abre caminos, propone ideas, imagina posibilidades. Pero la verdadera innovación va más allá del brainstorming y de las notas adhesivas en la pared. Ella exige método, compromiso y, sobre todo, decisiones difíciles.

Es fácil decir "estamos innovando" cuando el discurso está listo y los eventos están llenos. Difícil es modificar la estructura, cuestionar indicadores intocables, cambiar el núcleo del negocio. Innovar, en su esencia, duele, incomoda y provoca. Requiere el valor de mirar lo que siempre funcionó y admitir que quizás ya no sea suficiente. Y eso, pocos líderes están dispuestos a enfrentar. En la práctica, lo que se ve con frecuencia es lo que se puede llamar "innovación".falso”. Un estudio de McKinsey mostró que el 84% de los ejecutivos creen que la innovación es esencial para el crecimiento, pero solo el 6% están satisfechos con el desempeño de innovación de sus organizaciones. Eso pone de manifiesto el abismo entre el discurso y la práctica.

Las empresas celebran equipos que entregan MVPs bonitos, pero que nunca salen del PowerPoint. Ejecutivos exaltan la cultura de innovación mientras frenan ideas audaces por "salirse del alcance". Hay quienes invierten millones en programas de innovación desconectados de la estrategia real del negocio, solo para alimentar un discurso que no se sostiene en la práctica. Y este tipo de teatro corporativo cuesta caro. Gasta energía, frustra talentos y mina el compromiso de quienes realmente quieren transformar.

Otra investigación, esta vez del Boston Consulting Group (BCG), revela que más del 70% de las iniciativas de transformación digital no alcanzan sus objetivos. Esto no sucede por falta de tecnología o ideas, sino en la mayoría de las veces, por resistencia cultural, ausencia de claridad estratégica y fallos en la ejecución. La verdadera innovación se construye en otro plano. Ella comienza con preguntas incómodas, con la disposición para escuchar, con la humildad de reconocer lo que necesita cambiar, aunque duela. Ella se fortalece con un liderazgo que comprende que el futuro no será una continuación lineal del presente. Y que, por eso, exige rupturas.

Por lo tanto, más que crear un nuevo producto o servicio, innovar es un acto de responsabilidad. Repensar cómo la empresa se posiciona en el mundo, qué dolores reales quiere resolver, qué dilemas éticos necesita enfrentar. Es construir relevancia, no solo apariencia. Si el objetivo es innovar de verdad, quizás el primer paso sea quitar los post-its de la pared y poner en la mesa los desafíos que todos evitan enfrentar. La relevancia del futuro no se logrará con eslóganes inspiradores, sino con decisiones valientes. Porque, al fin y al cabo, innovar no se trata de parecer moderno. Se trata de tener la audacia de hacer diferente y mejor, cuando aún hay tiempo.

André Carvalho
André Carvalho
André Carvalho es CEO y fundador de Tempus Inova, con más de 20 años de experiencia en Comunicación, Marketing y I+D en empresas multinacionales.
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