Albert Camus dijo una vez que "cada generación imagina que está destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehacará. Pero su tarea es quizás mayor: impedir que el mundo se deshaga". Esta reflexión resuena de manera contundente cuando hablamos de la Generación Z. Nacida entre mediados de los años 1990 y principios de 2010, esta generación creció en un contexto de hiperconectividad, crisis climática y profundas transformaciones culturales. ¿Pero será capaz de revertir el declive de las instituciones y promover cambios estructurales significativos?
Los estudios indican que la Generación Z ya representa aproximadamente el 30% de la población mundial y, para 2025, constituirá aproximadamente el 27% de la fuerza laboral global. En Brasil, según datos del IBGE, los jóvenes de 10 a 24 años ya suman más de 47 millones de personas, un contingente que moldeará el futuro de la economía y de la sociedad.
Frecuentemente etiquetada como alienada o narcisista, la Generación Z, contrariamente a lo que se piensa, está profundamente comprometida con cuestiones sociales. Según una encuesta de Deloitte, el 77% de los jóvenes de esta generación afirman que su mayor objetivo es trabajar en empresas alineadas con sus valores, priorizando causas como la sostenibilidad, la diversidad y el bienestar mental. Al mismo tiempo, el 49% dice estar dispuesto a dejar sus empleos si sienten que su salud mental no está siendo tomada en serio por el empleador.
Este comportamiento refleja una desconfianza creciente hacia las instituciones tradicionales. El Edelman Trust Barometer 2023 indica que solo el 37% de los jóvenes de la Generación Z confían plenamente en los gobiernos y las grandes corporaciones. Sin embargo, esa misma generación está dispuesta a actuar a través del consumo consciente y del activismo digital, transformando sus creencias en acción.
Una de las características más destacadas de la Generación Z es su relación con la tecnología. Crescieron en un mundo digital, con acceso ilimitado a la información, pero también sufren el impacto de este entorno en la salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la ansiedad y la depresión entre los jóvenes han aumentado un 25% desde 2019, un fenómeno que muchos especialistas atribuyen a la presión de las redes sociales y a la cultura del rendimiento.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en "En la multitud", describe esta realidad como un estado de vigilancia continua, donde los individuos se convierten en actores de sí mismos. Esta sobreexposición lleva a la búsqueda incesante de validación, lo que puede resultar en un vacío existencial. Viktor Frankl, en "En busca de sentido", diría que ese vacío es un llamado a la transformación, y es precisamente esa inquietud la que puede convertirse en un motor de cambio.
Por un lado, la Generación Z muestra fragilidad emocional, pero por otro también lleva un potencial de resiliencia y creatividad. En un mundo fragmentado, estos jóvenes buscan formas alternativas de expresión y participación. El crecimiento de movimientos como el minimalismo, la economía colaborativa y el nomadismo digital son ejemplos claros de cómo esta generación está buscando nuevos modelos de vida, trabajo y consumo.
Por lo tanto, se puede decir que la pregunta recurrente "¿esta generación servirá para algo?" está más relacionada con las expectativas de productividad y conformidad que con la propia Generación Z. Michel Foucault, en "Las palabras y las cosas", argumenta que discursos como este perpetúan formas de control, mientras que la Generación Z desafía precisamente esas normas. Quizás ella no "se entregue a algo" en el sentido tradicional, pero esa puede ser su mayor fortaleza: cuestionar y desconstruir patrones obsoletos.
La verdadera cuestión no es si la Generación Z está preparada para el mundo, sino si el mundo está listo para comprender y absorber sus nuevas dinámicas. Esta generación no solo quiere adaptarse; quiere redefinir las reglas del juego. El trabajo remoto, la búsqueda de equilibrio entre la vida personal y profesional y el enfoque en el bienestar mental no son caprichos, sino demandas reales que están impulsando cambios estructurales.
Si la Generación Z rompe con viejos patrones y nos muestra nuevos caminos, su mayor contribución será demostrar que la verdadera transformación comienza donde termina el conformismo.
(*) César Silva es director presidente de la Fundación de Apoyo a la Tecnología (FAT) y docente de la Facultad de Tecnología de São Paulo – FATEC-SP desde hace más de 30 años. Fue vicedirector superintendente del Centro Paula Souza. Está formado em Administração de Empresas, com especialização em Gestão de Projetos, Processos Organizacionais e Sistemas de Información.