El ecosistema de startups en Brasil enfrenta una paradoja persistente: mientras se promueve la innovación como motor de crecimiento, medidas regulatorias y fiscales crean barreras significativas. El aumento del Impuesto sobre Operaciones Financieras (IOF), establecido por el Decreto nº 12.466 de 22 de mayo de 2025, es un ejemplo claro de esta contradicción. Con altas tasas sobre operaciones de crédito, remesas internacionales y otros instrumentos financieros, la medida encarece el capital y amplía la inseguridad jurídica, impactando directamente a las startups en fases críticas de desarrollo. Más que un ajuste fiscal, el aumento del IOF representa un obstáculo al dinamismo de la economía innovadora, exigiendo una reflexión urgente sobre cómo equilibrar la recaudación y la competitividad.
Los cambios en el IOF tienen implicaciones directas para la financiación de startups. La tasa fija sobre operaciones de crédito entre personas jurídicas pasó del 0,38% al 0,95%, mientras que el techo anual saltó del 1,5% al 3%, según el Decreto nº 12.466/2025. Para empresas del Simples Nacional, el IOF en operaciones de hasta R$ 30 mil ahora alcanza el 1,95% anual, un aumento en comparación con la tasa anterior del 0,88%. Además, las compras en el extranjero con tarjeta, adquisición de moneda extranjera y préstamos externos a corto plazo, anteriormente exentos, habían sido anunciados con una tasa del 3,5%. Para FecomercioSP, el efecto combinado de estos aumentos traerá consecuencias negativas a los sectores de Comercio, Servicios y Turismo. Al encarecer el crédito, la medida inhibe nuevas inversiones y tiende a forzar el traslado de costos al cliente final. El resultado es una contracción en el consumo, precisamente en un momento en que la economía aún busca impulso ante una inflación persistente.
Para startups que utilizan préstamos convertibles o buscan aportes internacionales, el costo de captación se ha vuelto más alto, desalentando a los inversores y complicando las rondas de inversión. El intento de gravar las inversiones en el extranjero con una tasa del 3,5%, aunque revocado por el Decreto nº 12.467/2025, generó desconfianza en el mercado.Esta imprevisibilidad afecta los contratos a largo plazo, especialmente aquellos sin cláusulas de reequilibrio, que pueden volverse onerosos.El aumento del Impuesto sobre Operaciones Financieras (IOF) costará hasta R$ 19,9 mil por cada US$ 100 mil dólares movidos por las empresas en remesas al exterior, según una estimación realizada por XP a través de InfoMoney.
Los impactos van más allá de lo financiero. El cumplimiento con las nuevas tasas requiere ajustes complejos, como la reconfiguración de sistemas contables y la revisión de contratos internacionales, aumentando los costos operativos. Para las startups fuera de los grandes centros, el acceso a crédito ya es más difícil y el aumento del IOF agrava esta situación. La combinación de costos más altos e inseguridad jurídica crea un entorno hostil, en el que el riesgo fiscal y regulatorio se vuelve tan desafiante como la validación de mercado.
En este escenario desafiante, algunas soluciones jurídicas y estructurales pueden mitigar los efectos del aumento de la carga tributaria. Una de las salidas está en la captación con inversores particulares, que, en determinadas estructuras contractuales, aún pueden operar con una carga tributaria menor que la impuesta sobre operaciones entre personas jurídicas. Otra alternativa es la diversificación de instrumentos de financiamiento y el uso estratégico de estructuras societarias que aseguren mayor flexibilidad legal y tributaria, siempre con respaldo jurídico adecuado.
Por lo tanto, el aumento del IOF es más que un ajuste fiscal, es un retroceso que compromete el mercado en general y principalmente el ecosistema de startups en Brasil. Para estas empresas, que operam con márgenes ajustados y dependen de la agilidad, el costo del riesgo fiscal y regulatorio es un obstáculo crítico. Brasil debe decidir si quiere ser un polo de innovación o seguir penalizando la toma de riesgos con medidas a corto plazo. En 2025, el desafío es evidente: las barreras para quienes emprenden solo aumentan. En lugar de crear un entorno propicio a la innovación, el propio sistema estatal ha contribuido a la inestabilidad y la inseguridad. No se construye un ecosistema competitivo a nivel global basándose en incertidumbres y en el persistente "riesgo Brasil".